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Medio: Semana Económica
La transición energética ya no es únicamente una ambición de corte ambiental. Es, también, una megacorriente de capital global. Según la Agencia Internacional de Energía (IEA), la inversión global en energía alcanzará este año un récord de USD 3.3 billones, y de ellos, dos tercios (USD 2.2 billones) se destinarán a energías limpias: no solo energías renovables, también redes, almacenamiento y transporte eléctrico.
En ese escenario global, el Perú ocupa un lugar estratégico, en su calidad de tercer productor mundial de cobre. Dado que se trata de un componente esencial para las redes, vehículos eléctricos y el desarrollo de energías limpias, estamos hablando de un activo que tendrá una alta demanda estructural en los próximos 20 a 30 años. En ese sentido, la minería responsable de cobre ofrece una vía clara para canalizar inversiones institucionales hacia un commodity con un horizonte de apreciación favorable y con correlaciones atractivas frente a otros activos tradicionales.
Pero la oportunidad peruana va más allá. El país ya cuenta con una cartera de proyectos de energías renovables: 59 plantas solares, 46 proyectos eólicos y 56 hidroeléctricas, distribuidas en más de 17 regiones y respaldadas por inversiones superiores a USD 30 mil millones. Este nivel de despliegue demuestra que estamos ante un ecosistema en expansión con múltiples oportunidades de coinversión y financiamiento estructurado.
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Adicionalmente, la modernización de infraestructura eléctrica ofrece acceso a flujos estables de largo plazo, sincronizados con los criterios de inversión institucional: activos con ingresos predecibles, bajo riesgo operativo y efectos de cobertura frente a inflación. Por otro lado, la innovación tecnológica —desde soluciones digitales hasta optimización energética— fortalece la trazabilidad ESG del cobre y gestión de demanda— representa el tercer eje necesario. Aunque con mayor volatilidad, puede incorporarse mediante plataformas o fondos especializados en innovación con alto potencial de rentabilidad ajustada por riesgo.
En ese marco, la convención minera, Perumin 37, se presenta como un punto de encuentro decisivo para vincular la minería con la transición energética. Dicho espacio permitirá discutir cómo los metales estratégicos sostendrán la descarbonización global, y también cómo el país puede atraer capital hacia proyectos que combinen rentabilidad con sostenibilidad. La convergencia de actores de la industria, el Estado y el mundo financiero en esta cita, será una oportunidad para acelerar la articulación de políticas, innovación y financiamiento que posicionen al Perú como protagonista en la nueva economía energética.
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En definitiva, la transición energética es una realidad global con inversión récord, pero también un espacio donde el Perú puede capitalizar su posición geológica, su cartera de proyectos renovables y sus necesidades de infraestructura para convertirse en hub regional de capital institucional sostenible, generando retornos y construyendo resiliencia.