INVESTMENTS
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Análisis de mercado
Medio: El Financiero
Antes de poner el dinero en una inversión, la persona debe preguntarse cuál es su objetivo de inversión, cuánto puede invertir, cuál es el riesgo que está dispuesto a asumir, cuál es el costo de hacer la inversión y en qué tipo de vehículo quiere estar. Un buen punto de partida es ser sincero y reconocer qué tipo de inversionista es, para esto, hay dos elementos que pueden ayudar: una encuesta de perfil de riesgo y establecer el horizonte de la inversión. En ese punto de encuentro, del perfil y el horizonte, se debe definir el universo de posibilidades que se posee. Es decir, si tengo un perfil conservador, mis opciones de inversión deben contar con unas características conservadoras. No solo es importante elegir un buen caballo sino conocerse como jinete y mantenerse en la silla cuando el caballo es brioso.
Es fundamental entender que cada inversión tiene su momento, depende del ciclo económico y la exposición a cambios repentinos por eventos que son difíciles de anticipar, como, por ejemplo, eventos de geopolítica. Así, las soluciones diversificadas, han demostrado ser en el tiempo la opción más adecuada y ordenada para invertir, las cuales, si bien pueden tener ajustes en el tiempo no pierden su universalidad, con un balance de buenos frutos al final.
Pero aun con un exitoso proceso de selección, el estado de ánimo del inversionista juega un papel fundamental en el que la mente puede convertirse en su peor enemigo. De tal manera que no basta con saber el tipo de perfil de riesgo y elegir el vehículo de inversión que se ajuste al horizonte y expectativa de inversión, sino que cuando algo se complique, en el sentido de tener desvalorizaciones, pueda comprender su comportamiento y no darse por vencido en un momento inadecuado por una jugada de su mente. Recordemos que al árbol se le pueden caer las hojas, pero no por eso debemos talarlo.
Cuando uno busca un objetivo en la vida debe enfrentar muchas veces caídas y triunfos que permiten pasar por el proceso de aprender, corregir y avanzar. Igual pasa en las inversiones, en las que encaramos caídas y alzas, cambio de entorno y ajustes en las expectativas. Independientemente del nivel de conocimiento, los movimientos del portafolio generan una respuesta emocional natural en los inversionistas.
Allí es donde se entiende la importancia de contar con un buen asesor, no para dejar de sentir ansiedad, pánico u optimismo, sino para obtener empatía y acto seguido, tener una explicación de un experto sobre las razones de los movimientos, las expectativas, las estrategias y de paso, tener un recordatorio de los objetivos de largo plazo. De tal manera, el consultor o asesor se convierte en una pieza fundamental en el proceso de inversión, es quien guía y muchas veces quien debe decir no al inversionista.
Existen varias etapas en la psicología del mercado, que transitan de un extremo al otro de las emociones, inician, terminan y se repiten. Un punto inicial puede ser que luego de un escenario muy pesimista, no creer que volverá a haber alzas en el mercado. Después, un posible movimiento alcista en el mercado genera la esperanza de una recuperación. Luego, el optimismo en el que el mercado va al alza debido a esa confianza y seguridad de que los incrementos son reales. Luego viene la emoción al ver las ganancias, ese sentimiento de optimismo se fortalece y la idea de comprar es abierta y vocal. Sigue la euforia, en la que los precios tocan alto, una de las etapas más peligrosas porque los inversionistas se consideran genios y empiezan a ver un futuro con incrementos similares.
Sin embargo, después el mercado retrocede y llega la complacencia, en la que se espera que el mercado se recupere y vuelva a subir. A cambio el mercado cae más y los inversionistas se angustian cuando ven que las caídas han tomado más tiempo de lo previsto. Al ver mayores caídas, llega la negación. Con un mercado que sigue a la baja, los inversionistas entran en pánico y piensan de inmediato en salirse y recuperar algo del capital. A esto, sigue la capitulación, en la que el miedo supera el plan original con caídas más pronunciadas y algunos inversionistas venden para detener el dolor. Por último, llega la rabia, en la que se hacen cuestionamientos y se trata de buscar un culpable. Así se repite el ciclo, llegan unos repuntes del mercado y el inversionista no cree que subirá, es incrédulo.
Invertir no es una receta exacta, la economía y el mercado cambian, llegan nuevos actores, nuevos productos, se presentan nuevas fallas, se obtienen nuevos logros. Ese proceso de prueba y error, con caídas y avances, permite afinar las herramientas. Se debe elegir bien el caballo, entender que con el otoño se caen las hojas, pero en la primavera vuelven a florecer y que somos humanos, con sentimientos que debemos conocer, dominar y manejar a favor nuestro y de nuestras inversiones.
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